La socialización en la era digital
Diálogo Generacional
La socialización en la era digital
A partir de los años ’90 comenzó a gestarse un cambio cuyos efectos estamos dimensionando recién hoy. Con la llegada de los computadores e internet cambió no sólo el ejercicio de trabajar, sino también las formas de entretenerse, informarse y hasta socializar.
Este es el segundo de los artículos que escribimos a partir de nuestra investigación con jóvenes y ejecutivos chilenos. Veremos cómo la tecnología ha cambiado y seguirá cambiando la forma en que las personas se comunican con su entorno y el mundo.
A comienzos de los años noventa, cuando nuestros ejecutivos entrevistados recién se integraban al mundo laboral, llegaban al país los primeros computadores. Mucho más grandes y toscos que los de hoy. No eran portátiles ni se utilizaban para jugar, comentar fotos de amigos ni organizar eventos. En esos años, los computadores sólo eran vistos como herramientas de trabajo y algunos jóvenes de entonces tenían el gran desafío de “digerir” esta tecnología. Hoy en día, prácticamente no se concibe el ámbito laboral sin uno de estos aparatos. Con el correr de los años, el uso se ha ampliado y actualmente es difícil encontrar un joven de alrededor de 16 años que no sea usuario de alguna red social o que no se “conecte” todos los días. Ellos pertenecen a esta era Multitask (multi-tarea), son nativos digitales y, a diferencia de la juventud de sus padres, pasan más de 10 horas al mes conectados a la web desde un teléfono o computador, según un estudio de Comscore publicado en mayo de 2011.
Esta digitalización de relaciones los adultos las ven con desconfianza. No están acostumbrados a este tipo de contacto ni les gusta la sobreexposición de la vida personal. Distinto a la generación de sus hijos, la subsistencia de sus vínculos no está en la alimentación permanente de las redes sociales. Sus lazos se crearon y maduraron de otra manera. Ellos han tenido que aprender esta tecnología, no nacieron con ella.
La sociedad análoga v/s la sociedad online
Hace 30 años la juventud era distinta. Los niños y jóvenes se relacionaban más directamente y parecía no haber tanto sentido de lo urgente. Carlos Olivos (Gerente de Logística de Hertz) vivía frente a un club de golf y se juntaba allá con sus amigos. Para Paulina Agüero (Gerente Comercial de Colo-Colo) la situación era muy particular. Cuando niña vivía en una base naval. Ese era su mundo y su círculo se reducía a los vecinos.
Estos ejemplos distan mucho de cómo se dan las relaciones hoy, cuando es muy común ver que gracias a las redes sociales las personas mantienen contacto con amistades a larga distancia, incluso en otros países. Si antes los jóvenes pasaban horas en la calle jugando y andando en bicicleta, hoy la generalidad es que pasan más tiempo inmersos en la web. Según el estudio “Teens 2010: Cómo son los estudiantes de hoy y cómo evolucionarán sus hábitos de consumo” de la Fundación Creafutur (España), los actuales teens están más en su casa que las generaciones anteriores, pero comparten solamente el 10% de su tiempo con adultos, lo que indica que el ocio actualmente se sitúa en el hogar y se vive de forma individual a través de las pantallas del computador. Los amigos del barrio son una especie en extinción en esta verdadera sociedad virtual y, en el mejor de los casos, un pequeño porcentaje del tiempo libre es compartido con compañeros en el colegio durante la rutina diaria.
No sólo el ocio ha cambiado, también las maneras de comunicarse han sufrido modificaciones. Si miramos 20 años atrás, el último adelanto era el teléfono y si bien facilitaba la interacción, tenía sus desventajas: era exclusivo, costoso y engorroso porque muchas veces había que comunicarse mediante una operadora. Fernando Yáñez (Director de Idiem) recuerda que la vida de barrio persistía a la existencia del teléfono porque éste era muy caro. “Por eso, a los amigos había que tenerlos en una cercanía geográfica, sino, no podían ser tus amigos”.
La gente se veía mucho en persona y la comunicación era más directa. Luego vino la masificación del teléfono fijo en los años ’90 y ahora vemos cómo este mismo artefacto retrocede ante el avance de los celulares. La telefonía móvil, cuya presencia nacional se calcula actualmente en 21 millones de aparatos (más de 1 unidad por persona) eliminaba el lugar físico determinado como un pre requisito para comunicarse de forma no presencial.
Como era lógico, el teléfono celular –y luego el smartphone- se unía al computador como herramienta de trabajo, tanto así que todos los ejecutivos que entrevistamos tienen Iphone o Black Berry y lo mantienen siempre a su alcance. Revisan y mandan correos electrónicos, buscan información y hacen y reciben llamados, pero hay usos que ellos no le dan y que son propios de nuestra generación Multitask. Los jóvenes chatean, socializan, intercambian mensajes de texto, juegan y escuchan música con sus celulares, muchas veces de forma simultánea. Probablemente para lo que menos usen su celular sea para hacer un llamado y aunque tal vez aún en este segmento no esté masificado el teléfono inteligente (sólo el 50% de los adolescentes que entrevistamos tienen un celular de alta gama), claramente la utilidad que se le da a este aparato cambia significativamente de una generación a otra. Con los computadores pasa algo similar, con la diferencia de que es un elemento mucho más masivo que los smartphones para los jóvenes, constituyendo su principal puerta de acceso a las redes sociales y medios de información.
El único elemento tech que se mantiene más ajeno a los jóvenes hasta ahora es el Ipad, aún restringido a un universo reducido de adultos por su costo, pero que viene a reemplazar –sobre todo en términos laborales- al cuaderno. Ese es el caso de Pablo Cuevas (Director de Operaciones Corporativo de Cypco) y Cristian Montes (CEO de Grupo Madeco) que utilizan su ipad como una “herramienta de trabajo”.
Mientras para los adultos estos aparatos cumplen un rol más bien funcional y utilitario, para los miembros de la iGeneration –llamados así por la letra “i” de iPhone, iPad, iPod y Nintendo Wii- se trata de instrumentos de conocimiento, diversión y relación.
Multitasking
Un ingrediente único en este paisaje digital es el multitasking (multi-tarea), concepto con que ha sido definida la generación juvenil actual. En términos simples, se refiere a la capacidad de ejecutar varias tareas al mismo tiempo, una característica muy común en los jóvenes. A diferencia de los adultos, los adolescentes de hoy generalmente chatean, ven TV y escuchan música al mismo tiempo. En marzo de 2006 la revista TIME publicó un reportaje llamado “The Multasking Generation”, donde mediante una serie de entrevistas familiares, revelaba el elevado uso simultáneo de medios por parte del segmento juvenil. Incluso las tareas de la escuela eran un ítem a integrar en el grupo de actividades. Bronte, una alumna de 14 años, demostraba esta inédita habilidad cuando le explicaba al periodista que sus padres no entendían que la música la ayudaba a concentrarse para hacer sus deberes. Su hermano Piers tenía una estrategia similar. Mientras escuchaba una selección de música en el reproductor, buscaba fotos y escribía un ensayo. Según él, usualmente termina las tareas en clases, pero si no, escribe una frase a la vez mientras el computador carga y así consigue terminar el trabajo por partes.
Frente a esta práctica los adultos se muestran desconcertados. La forma de acceder a la información o hacer una tarea ha cambiado radicalmente.
Para Cristián Montes, esto de hacer todo al mismo tiempo (ver tele, chatear, conversar con los amigos, con la mamá) hace perder el foco, y vuelve dispersa a la gente. Además del ocio, el propio acceso a los conocimientos era completamente distinto. “En mi época si querías saber algo, tenías que concentrarte en ese objetivo. Hoy, uno tiende a querer estar en demasiados lugares al mismo tiempo y con eso, se pierde el sentido de la priorización”. Paulina Agüero reconoce que los jóvenes tienen más recursos y, por lo tanto, una visión de mundo más amplia. Sin embargo, cree que esta funcionalidad característica es también un defecto. “Veo una juventud con muchos más datos en la cabeza, pero al tener tanta información, no ahondan mucho y son livianos para emitir juicios. Tienen un discurso amplio, pero poco profundo”.
Este tipo de percepciones han sembrado la duda sobre cómo se enfrentarán los jóvenes a su vida adulta. A nivel internacional existe la idea de que esta generación es adicta a la web, internet podría entorpecerlos y este modo de vida está provocando que pierdan sus habilidades sociales.
Para Don Tapscott, consultor referente en tecnología y autor del libro “Grown Up Digital” estos argumentos son inválidos. Según él, hay que pensar que estos jóvenes han crecido relacionándose, procesando y recordando información entre los 8 y 18 años, período crítico en el desarrollo del cerebro. Si comparamos esto con la generación de los Baby Boomers (personas entre los 52 y 66 años), quienes han visto televisión un promedio de 24 horas semanales, claramente tendremos distintos tipos de desarrollo cerebral como resultado. “Estos niños han pasado toda esa cantidad de tiempo interactuando, colaborando unos con otros, componiendo sus pensamientos, investigando y organizando contenidos. Las conexiones sinápticas y la estructura del cerebro son diferentes para toda una generación”. Según el profesional, esto explica por qué este fenómeno no responde sólo a una etapa diferente en la vida y sí se trata de una verdadera diferencia generacional.
El vecindario digital
Podríamos decir que el fenómeno online es especialmente interesante en nuestro país. El 62% de los chilenos tiene acceso a internet y de ellos, el 94% participa en redes sociales. Si miramos el segmento entre los 15 y 24 años, veremos que se trata del más activos en cuanto a presencia online. Según un estudio de Comscore publicado en mayo de 2011, estos jóvenes dedican en promedio 32,7 horas mensuales a navegar por internet, siete más que la tasa nacional y casi 10 más que el promedio mundial. Adicionalmente, Facebook con un 90% de alcance en la población web, es su principal lugar de encuentro. Esto coincide con nuestros adolescentes entrevistados. Todos ellos tienen una cuenta en esta red social, la utilizan principalmente para comunicarse con su círculo y se conectan cada semana, unos con más frecuencia que otros. Comentan sus estados de ánimo, suben fotos, juegan, organizan fiestas y se relacionan. Ninguno está fuera de Facebook, pero tienen sus reservas. Todos mencionaron que intentan dosificar su uso para no volverse “adictos” y además están conscientes del potencial riesgo que acarrea la información que se maneja públicamente. En ese sentido, Josefina Briones (15), del Colegio Altamira comentó “me encanta Facebook y estar conectada pero hay personas muy fanáticas que no pueden estar sin revisar sus notificaciones y eso está mal. La gente debe vivir su vida y no a través de un computador”. Javiera Barrientos (16), del Saint George es otra joven que también mantiene una postura moderada. Antes pasaba dos horas diarias en Facebook pero ahora se conecta dos o tres veces por semana, cuidando también el canal de ingreso. “No me meto desde el celular, porque se puede quedar abierta mi sesión y es peligroso que alguien más tenga acceso. Encuentro que las redes sociales son útiles, pero exponen demasiado la vida de las personas. Hay que tener ojo con lo que se dice o las fotos que uno sube”. Claramente existe la noción de que hay que acercarse con prudencia a los social media. Esto se condice con el dato que entrega el estudio de la Fundación Creafutur (España): Sólo el 16% de los jóvenes confía en la información que recibe a través de redes digitales.
A pesar de que hay un entendimiento sobre los posibles daños que pueden causar, los adolescentes definen las redes sociales como uno de sus principales canales de comunicación. Es en esa edad donde aparece con fuerza la necesidad de definir la identidad, destacarse y mostrarse, y las plataformas sociales aparecen como un escenario ideal.
El contraste aparece si analizamos el segmento etario de los ejecutivos involucrados en este estudio. A pesar de que 5 de 10 entrevistados están en la red, esa desconfianza que también se percibe en la juventud se concreta en una participación poco activa y espaciada. Según Carlos Olivos (Gerente de Logística de Hertz), puede no entrar a su cuenta de Facebook en meses y no pasa nada. “Me da lo mismo, no me influye, no pierdo el contacto. La diferencia entre la nueva generación y la adulta es que no vivimos la vida a través de las redes sociales, no nacimos con ellas”. A Paulina Agüero le provoca pudor esta sobreexposición. Es usuario de Twitter, pero sólo para monitorear la percepción de Colo-Colo. “A mis amigos los llamo por teléfono, les mando mensajes de textos, les escribo un mail. Uso mucho internet para trabajo y cosas personales también, pero no uso redes sociales”, comenta.
Cristián Montes, por su parte, es receloso con el uso que se pueda dar a la información publicada. “Se comparten ámbitos personales con gente que uno no sabe qué nivel de conexión tiene con lo que tú estás comunicando. Me da susto usar una herramienta que sé que puede ser usada en mi contra. Ni siquiera el teléfono lo uso para comunicar cosas importantes. La comunicación, para mí, es presencial”.
Italo Ozzano (Gerente Comercial de Gerdau Aza) es un internauta más optimista. Está registrado en Facebook y Twitter y destaca el valor de reencontrarse con antiguas amistades que permiten estas plataformas. “El estar conectado es una ventaja fabulosa que los jóvenes no distinguen porque siempre la tuvieron. Nosotros no crecimos con eso”.
Otro dato interesante es que algunos adultos utilizan las redes sociales como un método para observar la vida “pública” de los niños. Se dan tiempo para leer sus comentarios, dar un vistazo a sus amistades y, si ven algo extraño, pueden acercarse a conversar con ellos, pero ya con una pista. Lo consideran una forma de estar al tanto sin entrometerse mucho ni llenar de preguntas a los hijos. En ese sentido, estas redes podrían a veces ser un canal alternativo a la conversación directa, incluso al interior de los hogares.
En un futuro cercano veremos madurar a nuestra sociedad en el uso de los medios digitales en todos los ámbitos y un buen punto de partida sería incluir estas tecnologías al servicio del aprendizaje escolar. Actualmente, en Estados Unidos se está incorporando el concepto de la red para potenciar la investigación de manera que los alumnos lleguen a clases a discutir y exponer sobre lo investigado. Según estudios rusos, estas prácticas facilitan la retención de los alumnos en un 85% versus el bajo 8% que consiguen las aulas convencionales.
En 10 años más los ahora colegiales ingresarán a la fuerza laboral y tendrán otra manera de mirar el mercado. Claramente será una forma que integre con más convicción y fluidez el mundo análogo y el mundo digital. Probablemente sabrán mejor que los actuales líderes cómo descomodotizar los productos y servicios. Ellos ya habrán pasado ese proceso de manera personal.
Consumo informativo y organización social
Hace un par de décadas hubiéramos dicho que uno de los actos que marcaban el paso de la niñez o la primera juventud a la adultez era el hecho de interesarse y leer la prensa escrita. Hoy, podemos decir que este cambio está simbolizado por el acceso al primer celular. No es raro ver que los índices de lectoría y ventas de los diarios a nivel mundial descienden en promedio un 5% anual. Los tiempos en que los medios tradicionales eran LA fuente de información quedaron atrás y muchos han adoptado la estrategia de crear versiones online para retener lectores. Aún así, la concentración de la prensa decae y vemos surgir aceleradamente blogs y medios de información alternativos. Según nuestro estudio, mientras los adultos mantienen la costumbre de leer el diario, los jóvenes de Chile y otras economías del mundo lo hacen ocasionalmente y sólo cuando lo encuentran en su casa u otro lugar que frecuenten. Acostumbran a informarse por otras vías que presentan una gran ventaja para ellos: actualizaciones minuto a minuto y acceso fácil desde cualquier lugar. Thomas Woodroffe (16), alumno del Saint George coincide y además menciona otro componente central.
“Las redes sociales han permitido a las comunicaciones avanzar de una manera increíble. Hasta hace un tiempo nadie discutía lo que decían los diarios y la tele. Ahora cualquier noticia que no se quiera difundir por esos medios aparece en las redes sociales y todo el mundo lo comenta. Se soltó el control de lo que se comunicaba oficialmente”.
Julio Solar (Gerente General y socio de Cementos BSA) rescata otro punto. En su juventud, cuando se organizaban marchas contra la Unidad Popular, la convocatoria era más difícil, había que ir “puerta por puerta”. Ahora “con el uso de la tecnología, a la juventud se le ha facilitado mucho la vida y también por eso la parte social ha tomado tanta importancia. Movilizar a grupos de gente no cuesta nada”.
El año pasado fue agitado. Hubo muchas protestas a nivel mundial y en Chile el ejemplo del movimiento estudiantil inspiró otros como la “Marcha por la Igualdad y la Diversidad Sexual” y más recientemente el bloqueo de la ruta 5 Sur que protagonizaron los vecinos de Pelequén para exigir el cierre de la planta Colhue. No podemos afirmar que estos movimientos se organizaron a través de redes sociales, pero sí podemos decir que durante 2011 se instaló la idea de que los medios sociales estaban cambiando la relación entre el ciudadano y las autoridades de un modo más profundo. El año pasado nadie quedó ajeno a la sensación de que la población está más empoderada, intercambia información, denuncia y está dejando de ser pasiva. Ya estamos viendo ciudadanos mejor informados y más participativos, y eso está comenzando, en gran parte, desde los más jóvenes. Probablemente en el futuro las redes sociales, de la mano de esta iGeneration, tengan un rol más claro como catalizador social. No por casualidad Chile está en el 5to lugar entre los países que más tiempo dedican a las redes sociales con 9,8 horas al mes según un estudio de Comscore. No por casualidad nuestros adolescentes pasan más de 30 horas mensuales navegando por internet mientras estudian, se relacionan, aprenden y se divierten.